domingo, 5 de mayo de 2013

Un rincón para orar... pues tu Padre ve en lo Secreto

Santa Marta - Foto Juan Diego Recio






















Toma mi corazón entre tus manos
Señor Jesús, Tú siempre quieres 
que esté cada vez más cerca de tu corazón herido. 
Quieres que de ese modo conozca 
la verdadera alegría y la verdadera paz. 
Gradualmente voy dándome cuenta 
de que en tu corazón no son contradictorios 
el ver y el no ver, el oír y el no oír, 
el tocar y el no tocar. 

A Tomás, que escuchó tu voz, 
vio tus heridas y tocó tu costado herido, 
le dices: "Crees porque has visto, 
benditos los que creen sin haber visto.' 

Este, Amado Señor, es el misterio de tu amor. 
Yo no te he visto y, sin embargo, 
te veo realmente cada vez que veo 
los cuerpos heridos de mis compañeros, 
los seres humanos. 

No te he escuchado y, sin embargo, 
te escucho en verdad cada vez que escucho 
los llantos de dolor 
de los hombres, mujeres o niños. 

No te he tocado, 
pero te toco cada vez que toco a todos 
los que se me acercan desde su soledad. 

En medio de todas las heridas 
y dolores humanos, veo, escucho 
y toco el corazón de la humanidad, 
de tu humanidad, de la humanidad 
de todas las personas abrazadas por tu amor. 

Gracias, Jesús, por tu corazón. 
Gracias por mostrarme tu corazón. 
Gracias por dejar que vea cuando no veo; 
que escuche, cuando no escucho; 
que toque, cuando no toco. 

Gracias por permitir 
que crea cada día más; 
que tenga cada vez más confianza 
y que ame más. 

Mi corazón es pequeño, 
desconfiado y muy tímido. 

Pero tú me dices: "Ven a mi corazón. 
Mi corazón es dulce y humilde, 
y, al igual que el tuyo, está muy herido. 
No tengas miedo. Ven y deja que tu corazón 
encuentre reposo en el mío, 
y confía en que todo saldrá bien." 
Quiero ir y estar contigo, Jesús. 

Aquí estoy, Señor, toma mi corazón 
entre tus manos 
y deja que se trasforme 
en un corazón lleno de tu amor.

Henri Nouwen


Ofrecimiento de la enfermedad

Te ofrezco, 
Corazón amado de Jesús, 
mi enfermedad. 
Quisiera hacerlo siempre con alegría, 
pero no es así; 
cuando el mal recrudece, 
flaqueo. 
Por eso vuelvo, una y mil veces, 
mis ojos hacia Ti 
para renovar mis fuerzas. 

Te ofrezco cada mañana, 
la esperanza renovada 
de ese amor tuyo que me sana; 
y por la noche, el dulce sueño 
de reposar un día sobre tu Corazón. 

P. Antonio Rota, S.J.



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