Pero no por eso os olvida y por eso os da este pregón de Adviento de d. Alvaro Ginel, gran catequeta.
¡Yo ya no espero
nada! Me he equivocado y ya no hay salida para mí.
Lo único que me queda es
aguantar y tirar.
Yo no tengo
solución.
Así hablan los
desanimados, los que reducen su
horizonte a su presente,
los que no ven más caminos que su pobre caminar…
No es que no haya
caminos,
es que dan miedo los caminos que no conocemos;
es que da miedo salir
del camino que llevamos…
En medio de la noche
y del cansancio de la vida,
en medio de la tristeza y de los llantos
y lamentos
con que contemplamos nuestra soledad
se alza una voz, se alza una esperanza, se alza una promesa:
Es posible lo que te
parece imposible.
Es posible llegar a
la otra orilla.
Es posible recorrer
caminos nuevos.
Es posible lo que te
da miedo.
Es posible vivir de
otra manera.
Además de mirar tus
lágrimas, ¿Por qué no escuchas tu adentro, tu corazón?
Además de quejarte sin
cesar, ¿Por qué no pones tus
pies en marcha?
Además de vivir de lamentos, ¿Por qué no escuchas el susurro
del aire nuevo
que llega de donde nadie esperaba?
Hay rayos de luz que visitan tu
noche.
Hay rayos de luz que llegan sin
avisar.
Ocupado de llorar te desocupas de
mirar.
Ocupado en tus males (que nadie
entiende y son más grandes
que los de los demás) te desocupas de empezar.
Quizá ya tu alegría son tus
lágrimas
y lloras para seguir llorando.
Mira, hay profecías que resuenan:
Nosotros somos obra de tus manos, Señor.
Nosotros somos la arcilla, tú eres el
alfarero.
Dios quiere hacer de
ti un vaso nuevo
si tú quieres serlo.
Álvaro Ginel
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