Antes de celebra la misa en Aparecida, el Papa oró así a Nuestra Señora:
Madre Aparecida, tal como vos un día,
así hoy me siento yo delante de ti y de mi Dios,
que nos propone para la vida una misión
cuyos contornos y límites desconocemos,
cuyas exigencias apenas vislumbramos.
Pero en nuestra fe de que para Dios nada es imposible,
tú, Madre, no dudaste y yo tampoco puedo dudar.
'He aquí la sierva del Señor,
hágase en mí según tu palabra’,
de igual manera Madre, como tú,
yo abrazo mi misión,
coloco mi vida en vuestras manos,
para que vayamos tú, Madre y tu Hijo,
a caminar juntos, creer juntos,
luchar juntos, vencer como siempre juntos;
caminantes, tú y tu Hijo.
‘Mujer he aquí a tu hijo,
hijo he aquí a tu Madre’.
Madre Aparecida, un día llevaste a tu Hijo
al templo para consagrarlo al Padre,
para que fuese completamente
disponible para la misión, llévame al mismo Padre, conságrame a Él con todo lo que soy
y con todo lo que tengo,
aquí estoy, envíame.
Madre de Aparecida, pongo en vuestras manos,
para que la eleves ante el Padre,
a nuestra juventud, vuestra juventud,
la Jornada Mundial de la Juventud,
cuánta fuerza, cuánta vida,
cuánto dinamismo que brota y explota
y que puede estar al servicio
de la vida de la humanidad.
Padre, acoge y santifica a tu juventud.
Finalmente Madre, te pedimos permanecer
aquí siempre, acogiendo a vuestros hijos
y a vuestras hijas peregrinos,
pero también ven con nosotros,
estate siempre a nuestro lado
y acompaña nuestra misión,
a la familia grande de los devotos,
principalmente cuanto más nos pesa la cruz
sustenta nuestra esperanza
y nuestra fe, sé fiel hasta la muerte
y te daré la corona de la vida. Amén".
Pero al final de la Misa volvió otra vez a mirar a María, y le dirigió estas palabras....
“Oh María Santísima
De los méritos de nuestro Señor Jesucristo
en tu querida imagen de Aparecida,
alcanza numerosos beneficios sobre todo a Brasil.
Yo, aunque indigno de pertenecer
al número de tus hijos e hijas,
pero lleno de deseo de participar
de los beneficios de tu misericordia,
postrado a tus pies consagro mi entendimiento
para que siempre pienses
en el amor que mereces.
Te consagro mi lengua
para que siempre te alabe
y propague tu devoción.
Te consagro mi corazón
para que, después de Dios,
te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme, Oh Reina incomparable.
Tú, que en Cristo crucificado
eres nuestra Madre en el dichoso número
de tus hijos e hijas, recíbeme bajo tu protección.
Socórreme en todas mis necesidades espirituales
y temporales, sobre todo en la hora de mi muerte.
Bendíceme oh celestial cooperadora;
y con tu poderosa intercesión,
fortaléceme en mi flaqueza
a fin de que te sirva fielmente
en esta vida y después pueda alabarte,
amarte y darte gracias
en el cielo por toda la eternidad”.
lunes, 29 de julio de 2013
María se llevó la mejor parte... sintiendo con la Iglesia
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